Las gracias del Santuario de Schoenstatt
Enviado por efranco el Lun, 18/07/2011 - 15:38.
Autor:
P. José Kentenich - Encuentro hogar en el corazón de María. Lo que desea lograr María desde el santuario es gestar un nuevo paraíso, es decir, ofrecernos la posibilidad de una rica vida interior similar a la de Adán y Eva antes de la caída en el pecado. ¿En qué ha de consistir esa similitud? Ellos estaban profundamente arraigados y cobijados en el corazón de Dios por la gracia santificante. Dialogaban continuamente con Dios así como nosotros intentamos hacerlo. Esa es la primera gracia que Dios nos quiere regalar aquí: la de encontrar hogar en el corazón de la Santísima Virgen. Ella está llena del paraíso. Donde ella se hace presente quiere que surja un nuevo paraíso. Sus santuarios son lugares donde crecen hombres y mujeres paradisíacos, que viven profunda y continuamente cobijados en el corazón de Dios.
- Me transformo. El hombre paradisíaco poseía una segunda cualidad. En el reinaba una armonía total entre su vida instintiva y su vida espiritual. Esa misma armonía la poseyó la Santísima Virgen, la Inmaculada. Nosotros en cambio, ¿cuántas veces quisiéramos hacer el bien y obramos el mal? Es como si una fuerza nos elevara hacia las alturas y la otra nos arrastrara hacia abajo. Evidentemente, el estado de Adán y Eva, antes de la caída en el pecado, era de una inmensa felicidad interior. La paulatina liberación de los deseos desordenados es la gracia, que María, el pequeño sol, reflejo del Gran Sol, irradia y regala desde este lugar.
- Soy fecundo.Para comprender estas gracias pongamos de nuevo los ojos en el paraíso. Adán y Eva, llamados a transmitir la vida física, eran responsables a su vez de la transmisión de la vida divina. Estaban llamados a una doble fecundidad: física y espiritual. Una fecundidad que ha de consistir en transmitir vida espiritual, como Jesús, transmitir al Espíritu Santo. Que cada uno se pregunte si quiere que la Virgen lo ilumine con estos rayos de sol, las tres gracias del santuario y que éstas nos ayuden a vivir como hombres y mujeres del paraíso en medio de las tinieblas infernales de la época actual. Esta época gesta hijos de las tinieblas y si nosotros no nos esforzamos seriamente por ser hombres arraigados en el paraíso, debemos contar con estar, tarde o temprano, entre aquellos que no son hijos de la luz.
Estas gracias las conquistaremos en la medida en que las anhelemos realmente.
PK, Nueva Helvecia, Uruguay, 1948, a peregrinos que preparan su alianza.
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