Una novena por Papá

Autor: 
Secretariado del Padre José Kentenich

 

UNA NOVENA POR PAPA
    
    En el año del Bicentenario de nuestra Patria y en este año dedicado a nuestro Padre Fundador, en preparación al jubileo del 2014, el Secretariado del Padre José Kentenich del Movimiento Apostólico de Schoenstatt, invita rezar en familia “Una novena por papá”.
     Un rasgo central de la profecía del Padre José Kentenich, Fundador de la Obra Internacional de Schoenstatt, es la crítica a una cultura que desvaloriza o niega la figura del padre, tanto en la familia como en la Iglesia y la sociedad. Recuperar la importancia del padre como factor decisivo para la capacidad de vínculo del hombre, forma parte esencial del mensaje de Schoenstatt.
     Miles y miles de hombres no tienen ideas de los rasgos paternales de Dios, porque nunca han experimentado algo de Él, de su paternidad en un padre humano.
    La gran misión de la Madre de Dios desde nuestros Santuarios, desde sus Santuarios es dar a luz un Reino del Padre: el sano señorío querido por Dios, de nuestros padres terrenales, por un lado en la Familia y por otro lado también en el Estado.
     El Padre José Kentenich, Fundador de la Obra Internacional de Schoenstatt, nos dice: “No hay nada más grande y hermoso para un verdadero padre que éste pueda decirse a sí mismo: mi imagen ha llegado a ser para mi hijo la imagen ideal de Dios. Me he esforzado, a través de mi actuar y de mi presencia, en imprimir en el alma de mi hijo la imagen de Dios Padre, y, de esta manera, mi hijo ha recibido un sano y verdadero concepto de Dios”.
     Dios es nuestro Padre y por eso el modelo de toda autoridad paternal. En esta novena tomamos la oración del “Padre Nuestro”, la oración que nos enseñó Jesús, como guía de nuestra meditación. Luego viene una pequeña reflexión sobre alguna característica del ser padre. En este año del Bicentenario, más que nunca es fundamental recordar a todos aquellos que de una u otra manera son padres de nuestra Patria. Es fundamental tener modelo de varones que han dado su vida por el ideal de una verdadera paternidad. Luego rezamos tomándonos de la mano un Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
     Rezamos por nuestro papá, en familia o en la intimidad de nuestro corazón, para agradecerle a Dios y para pedir por él, para que cada papá a través de su amor y fidelidad, nos muestre en algo lo hermoso del amor paternal y fiel de Dios; por la relación herida que tengamos con él, para que sane; por nosotros mismos y por todos los varones de la patria, para que asuman su paternidad y sean buenos padres.
    
 
Primer día: “PADRE NUESTRO”
 
¡Cuánto necesitamos creer que Dios es nuestro Padre! El Padre que cuida de nosotros más que “a los lirios de los campos”. Es el Padre de la parábola del hijo pródigo, que corre para abrazar y besar a su hijo antes que él pueda pronunciar palabra. Es el Padre que nos ama con infinita misericordia. Este es el gran mensaje del Evangelio: el Padre de Jesús, al que Él tanto ama, El que lo envió a los hombres, El que lo resucitó de los muertos, es también nuestro Padre. Si realmente creyésemos en esto, tanto miedo y angustia frente a la vida, se convertiría en profunda paz y alegría.
 
El padre es amor
Nos hemos acostumbrado a ver el amor como una característica exclusiva de las madres. Y los padres hemos tenido que ocultarlo, minimizarlo o muchas veces nos hemos avergonzado de demostrarlo. Nuestra tarea parece limitarse a dar la vida y a sostenerla económicamente. ¡Qué lejos está esto de nuestra vocación! Amar a los hijos, como varón, con ternura, sentimiento, calidez, demostrarles todos los días que les queremos. Ninguna mamá puede reemplazar nuestro amor de padre.
Rezamos en familia: Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
 
 
Segundo día: “QUE ESTAS EN LOS CIELOS”
El Cielo es la casa del Padre. Él es Santo, puro y vive inmerso en un infinito amor y en una permanente armonía con el Hijo y el Espíritu Santo. Aunque parezca lo contrario, también nuestro corazón tiene algo de Cielo, por eso el Padre habita en él y nos convierte, ya aquí en la tierra, en ciudadanos del Cielo. Él nunca nos deja solos. Siempre está a nuestro lado, en nosotros mismos.
 
El padre es presencia
Para que nazca vida se necesita de la presencia del padre y de la madre. Del amor entre el varón y la mujer. Así lo quiere Dios y lo ha puesto en la naturaleza humana. Los hijos necesitan sentir que papá y mamá “están allí” y que se quieren. Muchos varones nos hemos dado cuenta de que nuestros hijos necesitan durante toda su vida también de nuestra presencia. El compartir sus juegos, éxitos y fracasos, el saber escucharlos. El poder “perder tiempo” con ellos. A veces no hace falta hablar, simplemente “estar allí” y hacerle sentir que nuestra atención les pertenece por completo.
Rezamos en familia: Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
 
 
Tercer día: “SANTIFICADO SEA TU NOMBRE”
¡Qué gran dignidad tiene Dios y su nombre “Padre”! Lo reconocemos como Santo y lo tratamos así. Alabamos a Dios porque es bueno e infinita es su misericordia. A través de nuestra vida cotidiana e intentando vivir según los mandamientos que Él nos ha dado, particularmente el amor, rendimos gloria a Aquel que no sólo nos ha creado, sino que nos ha redimido y abierto las puertas del Cielo para la felicidad eterna.
 
El padre es único
Nadie puede ocupar mi lugar, por más buena que sea mamá. ¡Qué gran dignidad es la de ser padre y la de llevar este nombre! Si Dios me dio la oportunidad de ser padre y de participar de su paternidad, es que me regalará la gracia para asumirla y para vivirla con plenitud. ¡No tengamos miedo! Nadie puede ocupar nuestro lugar y para nuestros hijos significamos mucho. Aunque nosotros no podamos creerlo, ellos sí nos ven como padres.
Rezamos en familia: Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
 
 
 
Cuarto día: “VENGA A NOSOTROS TU REINO”
El Reino que anuncia Jesús es el Reino de Dios, su Padre. Cuando Él rezaba decía “Abba”, que significa papá. Así le dicen los judíos a su padre. Por eso la gran petición de los cristianos, que venga tu Reino, Padre: que puedas ser Padre para todos, que las autoridades sean un reflejo de tu paternidad, que cada hombre pueda vivir según su dignidad de hijo y vivamos solidarios como verdaderos hermanos. Que venga, que construyamos el Reino del Padre, en donde reinan la verdad, la justicia y el amor.
 
El padre es vida
A través del amor la vida que hay en nosotros llega a nuestros hijos. Todo lo que nosotros anhelamos, los valores que tenemos, nuestra forma de enfrentar la vida, todo esto lo transmitimos a nuestros hijos. ¡Qué importante sería que cada papá se sienta el constructor de un nuevo Paraguay, en donde se respete la dignidad del hombre, en donde las autoridades estén al servicio de su pueblo respetando la verdad y la justicia para una patria más solidaria. Cada papá es el portador de nuestra bandera: el rojo de la justicia, el blanco de la paz y el azul de la libertad! Sólo así nuestros hijos podrán cambiar algún día los rumbos de nuestra patria.
Rezamos en familia: Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
 
 
Quinto día: “HAGASE TU VOLUNTAD ASI EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO”
Dios es amor y el Padre quiere solamente el bien de sus hijos. Él quiere que todos nos salvemos y vivamos en plenitud, eternamente como una gran familia, en la Casa del Padre. ¡Qué difícil se nos ha hecho a los hombres modernos creer en la paternidad de Dios y en su Providencia! Desconfiamos de Él y le tenemos miedo. ¡Pero quién puede tenerle miedo al padre misericordioso de la parábola del hijo pródigo! Y así es Dios. Ni un cabello se cae de nuestra cabeza sin su consentimiento y Él siempre quiere nuestro bien, también en el sufrimiento. Algún regalo hay detrás.
 
El padre es autoridad
Hoy día la palabra “autoridad” no está de moda, no suena bien a nuestros oídos. Pero debemos rescatarla y asumirla. No hay familias, no hay comunidades, no hay pueblos sin autoridades. No se trata en primer lugar de mandar, sino de servir desinteresadamente en el amor, respetando la dignidad de cada uno. Qué difícil es manejarse por el mundo y decidirse por el camino correcto. ¡Hay tantos! El padre es el que guía a los hijos, respetando su originalidad y su libertad. Les enseña a encontrar el camino del bien, los acompaña de la mano. Un buen papá sabe poner límites, con amor y respeto. Un río si no tuviese orillas se transformaría en agua estancada. Cuánto daño podemos hacer a nuestros hijos si no les ponemos límites. La mano del padre es tierna y a la vez firme, conduce y marca claramente los límites entre el bien y el mal.
Rezamos en familia: Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
 
 
 
Sexto día: “DANOS HOY NUESTRO PAN DE CADA DIA”
Pedimos por los dos panes: por el pan material para el cuerpo y por el pan espiritual para el alma. Los dos son muy necesarios. Pedid y se os dará. Como tenemos un Padre tan bueno y tan poderoso nos atrevemos a pedir todo lo que necesitamos y con insistencia. Nuestro Padre del Cielo no me lo va a negar. En estos tiempos de dificultades económicas, de falta de trabajo, de tantos problemas familiares, queremos acercarnos más a Dios. Quizás por eso Él permita tanta inseguridad para que lo busquemos y encontremos en Él una seguridad que nadie ni nada nos va a quitar. Él es fiel, nunca nos abandonará.
 
El padre es responsable
Ser fiel a la palabra dada, cumplir con lo que uno se ha comprometido y tener la capacidad para enfrentar responsablemente la vida. Ser padre significa sentirse responsable por sus hijos, no sólo por sus necesidades materiales, sino por su salud, por su educación. El Padre Dios ha puesto la vida de mis hijos en mis manos y quiero responder con valentía a esta confianza que Dios me tiene, aunque me cueste la vida. El verdadero amor se manifiesta en la fidelidad.
Rezamos en familia: Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
 
 
Séptimo día: “PERDONA NUESTRAS OFENSAS COMO TAMBIEN NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN”
Jesús vino al mundo para perdonar, no para juzgar. Muchos cristianos andamos por la vida con un fuerte sentimiento de culpa: por no haber hecho lo debido, por no hacer suficiente o por equivocarnos. Nos sentimos juzgados y controlados por Dios. Lejos de esto está la mirada del padre misericordioso que Jesús nos muestra en la parábola del hijo pródigo o en la del buen pastor. Jesús dio la vida para mostrarnos cuán grande es el amor del Padre. Nadie sabe perdonar si no se siente antes perdonado. Y cuánto resentimiento se anida en nuestro corazón porque no podemos perdonar a los que nos han dañado.
El padre es comprensión
 
No hay nada más hermoso que, devolverle la dignidad al que la ha perdido, a través del perdón. El padre acepta las limitaciones de sus hijos, porque acepta también las suyas. Esto no significa no aspirar a la excelencia o no saber exigir. Implica saber perdonar y permitirles a nuestros hijos equivocarse. Perdonarse mutuamente, padres e hijos, uno al otro. Con respeto, acercarse al otro y darle una nueva posibilidad. Sin poner tantas expectativas. Recibiendo lo que el otro me puede dar. Y si papá murió, ahora desde el Cielo él ve las cosas más claras y quizás sea más fácil el reconciliarnos.
Rezamos en familia: Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
 
 
Octavo día: “NO NOS DEJES CAER EN LA TENTACION”
Vivimos con el peligro de equivocarnos de camino, ya que el mal se nos aparece como algo hermoso y apetecible. Es como si el veneno viniese en forma de caramelo. Al Padre le pedimos que nos envíe su Espíritu Santo para aprender a diferenciar el bien del mal y tener la fuerza para decidirnos por el bien y para realizarlo. Por eso a menudo recurrimos a la oración para recibir la luz y la fortaleza que viene de lo alto. Sólo así podremos ser fieles a Dios.
 
El padre es libertad
Todo pajarito aprende a volar y deja el nido. En los seres humanos son los padres lo que enseñan a sus hijos a ejercer su libertad. Ser libre no es hacer lo que uno quiere, sino elegir el bien y hacerlo. La boca está hecha para comer, pero si como clavos me perforo el estómago. La libertad está hecha para decidirse, pero si me decido por el mal me destruyo. El padre enseña a sus hijos a que elijan libremente el bien y que se entusiasmen por ser fieles a la verdad. Libre es aquel que tiene la fuerza para mantenerse fiel a lo que se comprometió. Esta libertad es la que con nuestro ejemplo les enseñamos a nuestros hijos.
Rezamos en familia: Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
 
 
Noveno día: “Y LIBRANOS DEL MAL. AMEN”
Le pedimos al Padre que nos libre del mal, del poder del demonio, rey de la mentira y de la muerte. Dios tiene poder y es el Padre victorioso que vence el pecado y la muerte resucitando a su Hijo Jesús. Es la victoria sobre “el príncipe de este mundo” (Jn. 14,30) que quiere destruir la obra de Dios. Como cristianos vivimos en plena confianza en el poder de Dios. Él llevará por Cristo Jesús, en la fuerza de su Espíritu, toda la creación a la plenitud. Por eso miramos la vida con un optimismo realista. Sabemos de las luchas y las dificultades, pero estamos seguros de la victoria. Que así sea. Amén.

 

El padre es poder

No podemos negar esta realidad. Tenemos más edad que nuestros hijos y no nos imaginamos cuán “grandes” ellos nos ven. Para los más pequeñitos somos casi como Dios. Papá lo puede todo. Qué importante es que nuestros hijos puedan contar con nosotros, que les podamos regalar esa seguridad que necesita todo ser humano para crecer. Pero también tenemos que cuidarnos de no menospreciar la autonomía de nuestros hijos y enseñarles a manejarse por sí mismos. Nuestro poder está al servicio del otro, para que el hijo crezca, seguro de sí mismo, capaz de decidirse y asumir responsabilidades.
Rezamos en familia: Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
 
    
¡FELIZ DIA DEL PADRE!
No hay nada más grande y hermoso para un padre que poder decir: “La imagen que mi hijo tiene de mí, ha pasado a ser una imagen ideal de Dios. Me he esforzado con mis acciones y conducta, en inculcarle una imagen paterna de Dios, y de esa manera él ha desarrollado una concepción de Dios auténtica y sana. Nada hay más hermoso que pueda legar a mi hijo, para que se desempeñe correctamente en su vida”.
Rezamos a Dios con el Padre José Kentenich, Fundador de la Obra Internacional de Schoenstatt, por todos los padres de nuestra patria:
 
Padre,
hasta ahora tuve yo el timón en mis manos;
en el barco de la vida tan a menudo te olvidé;
me volvía desvalido hacia ti, de vez en cuando,
para que la barquilla navegara según mis planes.
 
¡Concédeme, Padre, por fin la conversión total!
en Cristo quisiera anunciar al mundo entero:
el Padre tiene en sus manos el timón,
aunque yo no sepa el destino ni la ruta.
 
Ahora me dejaré conducir ciegamente por ti;
quiero escoger sólo tu voluntad;
y como tu amor me guarda siempre
atravieso contigo por las tinieblas y la noche.
Amén.
 
(Colaboración del Padre Ludovico Tedeschi, de la Comunidad de los Padres de Schoenstatt)

 

 

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